Hace 9 meses que estamos viviendo viajandoVolver a nuestro lugar de origen se siente algo extraño. Se entrecruzan varios sentimientos que luchan por entenderse o al menos por convivir. En esta nota quiero acercarlos a esos sentimientos y contarles cómo fue nuestro regreso. 

Aclaración: esta nota fue escrita en octubre de 2015 y sin modificar nada, se agregó el último apartado en abril de 2017. 

Un sentimiento compartido

No somos los únicos a quienes nos pasó. Hace varios años que vengo escuchando o leyendo historias de viajeros eternos para quienes el momento de volver es un gran desafío.
¿Cómo imaginarse una vida sedentaria de almanaque luego de vivir tantos momentos que no se miden ni en horas, días, meses u años? Uf, realmente no tengo respuesta para semejante pregunta! Dejo abierto el post para quién se anime a responder y continúo con el tema que hoy me aboca.

En nuestro caso no fue un gran desafío ya que por el momento sólo volvimos de visita, sin intenciones de quedarnos para siempre. Creo que eso hace que lo vivamos de una manera muy distinta a aquel que piensa en instalarse nuevamente. Igualmente desde que volvimos, varios sentimientos encontrados juegan adentro nuestro.

Varios sentimientos encontrados

Qué lindo es reencontrarse con personas que uno quiere y no ve hace mucho tiempo! Qué lindo sentir los aromas de tu ciudad de origen! Qué lindo caminar por las calles recordando instantes vividos! Qué lindo volver a hacer alguna actividad que hacías antes de partir! Qué linda la cama de uno! Qué rica la comida de casa! Qué lindo! Qué lindo! Qué lindo!

Pero… qué raro es ver la misma fotografía detenida en el tiempo cuando uno siente que su propio álbum es tan dinámico que nunca se termina de completar.

No sé qué me esperaba, no sé si me esperaba algo… pero fue un sentimiento bastante extraño ver cómo todo sigue girando igual que antes de irnos y nosotros definitivamente no somos los mismos. Son los mismos horarios, los mismos lugares, las mismas circunstancias, los mismos desencuentros, los mismos gustos y disgustos, los mismos olores, las mismas figuras, son los mismos -o quizá no-. 

¿Somos los mismos?

Definitivamente, no. Nico y Lechu que se tomaron ese tren hace ya varios meses se quedaron en su primera parada: Ringuelet. Nueve meses marca el almanaque y yo sigo insistiendo que para mi pasaron cinco años. No puedo encuadrarlo en tan pequeña dimensión, no puedo reducirlo a un calendario.

El otro día hablando con una amiga me preguntó qué día había sido que había hecho tal cosa. Me la quedé mirando y no supe qué responderleRealmente ya no mido los momentos en días, meses o años. Hoy son momentos vividos y los recuerdo por ello.

El día en que nos tiramos al costado de la ruta a dormir una siesta porque el calor de verano nos estaba matando; el día en que putié una y mil veces por una eterna subida; el día en que Nico hizo una travesía en kayac; el día en que nos sorprendimos por primera vez de la amabilidad de las personas; el día en que tardamos como una hora en hacer 5km porque un toro no nos dejaba avanzar. Podría seguir enumerando días y momentos infinitamente.

Siempre fui estructurada y creo que en gran parte lo sigo siendo… pero caer en la cuenta que ya no me importa qué día es, que no recuerdo realmente cuándo pasó tal cosa, creo que es uno de esos sentimientos lindos y que me gratifica encontrar.

Pero acá la vida se sigue midiendo en días y semanas; si quiero visitar a mis amigas tengo que arreglar un día, si quiero pasear con mis sobrinos tengo que acordar un horario. De a poco levemente vuelvo a la estructura, que no me preocupa mucho, sé que durará poco tiempo. 

Pero en este poco tiempo y a pesar de los sentimientos encontrados estamos tratando de disfrutar al máximo cada momento. Visitamos a nuestra familia y amigos, asistimos a las reuniones familiares, paseamos por la ciudad sin un rumbo fijo, salimos a pedalear sin horario, sacamos fotos, andamos en rollers, leemos, yo escribo, Nico arregla algunas cuestiones de la bici, yo miro a La Plata con otros ojos y la disfruto más, Nico disfruta de Berisso, salimos a vender nuestras postales. 

En fin, estamos de visita en un lugar conocido pero algo extraño para nosotros 

Volvimos y lo leo a la distancia (agregado en abril de 2017).

Vuelvo a leer esta nota y siento que podría trasladarla a la actualidad con algunas pequeñas modificaciones. Creo que esas pequeñas modificaciones son parte del crecimiento de este último tiempo. Sigue siendo raro volver y ver todo igual, lo admito. Pero esta vez me siento más estable. Ya no tengo miedo a volver, ya no me da pánico el pensar que quizá volvemos y no volvemos a salir. Creo que hoy miro el volver como algo realmente gratificante.
Sé que vuelvo de visita y me encanta volver. Me encanta ver a mi gente, me encanta volver a mi ciudad, me encanta sentirme en casa. ¿Será que me estoy cansando de viajar? Para nada. Pero me di cuenta que me encanta viajar y también me encanta estar. Me encanta tener un lugar al cual volver, un lugar al cual extrañar y personas que me esperan en él.
Estuvimos cinco meses parados, viviendo en Brasil y si bien fue parte de esta vida viajera, me encantó estar ahí, frenar, construir un pequeño hogar -aunque sea transitorio-, creo que es una muy linda forma de viajar también.
Y ya no tengo miedo a ese futuro incierto en el que quizá queramos instalarnos en algún lugar. Porque estoy segura que si nos instalamos es por decisión, por elección y por gusto. Porque creo que aprendimos -y seguimos aprendiendo- que nuestra vida la elegimos nosotros y que lo que uno desea, se puede. 

¿Te pasó de volver y sentirte extraño? ¿Cómo viviste ese momento? ¿Te gusta viajar? ¿Te gusta volver? Te invitamos a contarnos tu experiencia en los comentarios para compartir con otros lectores y/o viajeros.